
Enclavada en el corazón de Guatemala, la comunidad de San Vicente Buenabaj, ubicada en el municipio de Momostenango, ha dado vida a un emocionante proyecto de turismo comunitario que honra su rica historia y valiosos recursos naturales. Entre las majestuosas montañas y los frondosos bosques, esta aldea guatemalteca se erige como un faro de esperanza y prosperidad para sus habitantes, gracias a la implementación de estratégicas iniciativas lideradas por la coordinación del proceso de economía comunitaria.
La parcialidad de los Vicentes, conformada por catorce caseríos que son San Antonio, Santa Lucía, Centro Norte, Centro, Centro Sur, le sigue Chipuertá, Pasác, Paloma, Xernuj, Buena Vista, Agua Tibia, Pacoj, Xetená y Corral de Piedra, está arraigada en una tradición que se remonta a generaciones pasadas. Los cultivos principales de maíz, papa y cebada son testigos del amor y el trabajo dedicados a la tierra. Pero más allá de la agricultura, la comunidad ha decidido unirse para explorar y compartir su riqueza cultural y natural a través del turismo comunitario.
Los desafíos no han sido pocos, pero la determinación y el espíritu colaborativo de la comunidad han permitido enfrentarlos con éxito, comparte Ilse de León, coordinadora del proceso de economía comunitaria. “Uno de los principales desafíos ha sido asegurar la apropiación del proyecto por parte de las juntas directivas de la comunidad. La continuidad y el interés activo en el proyecto son clave para su éxito. Además, la promoción del lugar y la creación de conciencia sobre sus atractivos han requerido esfuerzos considerables”, resalta.
El turismo comunitario ha tenido un impacto significativo en la economía local y en la mejora de las condiciones de vida de los habitantes. En la actualidad, 13 personas trabajan incansablemente como promotores del turismo comunitario. Este enfoque ha permitido la generación de recursos económicos y una transferencia intergeneracional de conocimientos y tradiciones. Además, se promueve la participación de jóvenes como guías turísticos, para crear oportunidades de empleo y contribuir a la protección del entorno natural.
El compromiso con la participación activa de las comunidades locales en la toma de decisiones y la planificación del turismo comunitario ha sido fundamental. La vinculación con grupos de mujeres para la confección de indumentaria local ha demostrado ser una estrategia exitosa, porque los visitantes se sienten atraídos por las auténticas piezas y, a su vez, respaldan la economía local.
La oferta de servicios no se queda atrás. El lugar cuenta con un amplio parqueo, cabañas y un mirador, y están diseñando senderos para minimizar el impacto del turismo en el bosque, la comunidad ha trazado un camino hacia un turismo sostenible y consciente.
El cobro de una modesta tarifa de Q5 por persona para los visitantes externos y un aporte voluntario para los miembros de la comunidad, son ejemplos de cómo la colaboración puede florecer en armonía.
Gabriela Soto, coordinadora del proceso de gestión de bienes y recursos naturales, resalta la dedicación de la comunidad en la protección y conservación de sus recursos naturales. “Más de 800 hectáreas de bosque son cuidadas con esmero, y el turismo comunitario se ha convertido en un aliado en esta noble causa. Aunque los desafíos son evidentes, los espacios naturales siguen siendo respetados y preservados”, puntualiza.
San Vicente Buenabaj ha abierto sus brazos a los viajeros y a sus propias comunidades, dando vida a un turismo comunitario que trasciende lo material. Con raíces profundas y una visión compartida, este proyecto es un testimonio vivo de lo que es posible cuando se une el compromiso con la herencia cultural y la protección del entorno natural.