
En un rincón remoto de San Andrés Sajcabajá, Guatemala, vive una mujer extraordinaria que está desafiando todas las expectativas y llevando un mensaje de empoderamiento a su comunidad. Su nombre es Paulina Ortíz Urizar, una promotora social de 32 años que ha superado numerosos obstáculos para convertirse en un símbolo de esperanza y cambio.
Criada en una familia humilde, Paulina enfrentó dificultades desde una edad temprana. Su falta de recursos le impidió acceder a una educación formal, y el cuidado de su madre enferma y sus hermanos se convirtió en su prioridad. La violencia doméstica en su hogar creó un entorno caótico y triste, dejándola sin la oportunidad de perseguir sus propios sueños y metas.
Pero el destino tenía algo reservado para Paulina. Una compañera de su comunidad que participaba en la Asociación Por Nosotras Ixmukané, una organización dedicada a mejorar la calidad de vida de las mujeres en el departamento El Quiché, Guatemala, le extendió una invitación que cambiaría su vida.
"Cuando me invitaron a unirme a la asociación, tuve miedo al principio porque no tengo estudios. Pero decidí participar y poco a poco fui perdiendo el miedo a hablar en público. Ahora puedo compartir mi conocimiento y empoderar a otras mujeres", comparte.
A través de talleres y capacitaciones en la Asociación Por Nosotras Ixmukané, Paulina encontró un espacio donde pudo aprender sobre sus derechos y compartir su conocimiento con otros. Descubrió que la violencia no era normal ni aceptable, y que cada mujer merece respeto y oportunidades para desarrollarse plenamente. Participando en los talleres de sanación logró ir sanando sus propias heridas, y se convirtió en una defensora apasionada de la igualdad de género y la erradicación de la violencia.

"En los talleres aprendemos a hacer respiraciones y a sanar los traumas que hemos acumulado a lo largo de nuestras vidas. Muchas veces nos dicen: 'Es que sos mujer y no servís para nada', y eso nos hace cuestionar nuestro valor y nos sume en tristeza y humillación. Sin embargo, al sanar esos traumas, logramos liberarnos de los malos tratos y romper el ciclo de sufrimiento constante al que estamos expuestas. Tanto en la familia como en la comunidad, se nos limita diciendo que no podemos opinar, participar o formar grupos, que es algo reservado solo para los hombres. Todo esto nos lleva a sentirnos profundamente humilladas".
Hoy, Paulina se siente feliz y satisfecha de poder compartir su conocimiento y experiencia con otros. Como promotora social, trabaja incansablemente para empoderar a las mujeres de su comunidad y hacerles entender que la violencia no es normal. Ella valora su propio trabajo y espera que más mujeres se unan a esta lucha por la igualdad y el respeto.
A través de su historia de superación, Paulina envía un mensaje claro y contundente a las mujeres que aún no conocen sus derechos: "Debemos conocer nuestros derechos, comprender que hombres y mujeres somos iguales, y tener muy claro que la violencia no es normal".

También hace un llamado a los donantes, "les pido encarecidamente que continúen apoyándonos para que podamos seguir brindando talleres a jóvenes y señoritas. Sin su respaldo, nos resultaría imposible dar continuidad a estos importantes espacios de aprendizaje. Quienes ya hemos participado en estas capacitaciones hemos adquirido conocimientos sobre nuestros derechos, pero aún hay muchas mujeres que desconocen sus derechos fundamentales. Espero que sigan respaldándonos, para involucrar a más mujeres y jóvenes en este proceso de transformación, y lograr que salgan adelante".
La historia de Paulina es un testimonio inspirador de cómo el amor propio, el empoderamiento y el apoyo adecuado pueden transformar vidas y romper el ciclo de violencia. Su valentía y determinación son un recordatorio de que todas las mujeres merecen una vida llena de dignidad, respeto y oportunidades. Juntos, podemos crear un mundo donde todas las voces sean escuchadas y todas las vidas sean valoradas.